Si morir supusiera el descanso eterno, me dejaría embriagar por el veneno de la noche.
Apacible y misteriosa se extiende ante mí para seducirme con sus malévolas caricias.
El engaño del infortunio sigilosamente se arremolina a mi alrededor anulando mis sentidos, apoderándose de mi mente, de mi cuerpo, mi sangre tibia.
Locos los que se dejen enamorar por ella. Sus redes son fuertes, sin escapatoria alguna posible.
Un encanto sutil acompañado de frías nieblas en volandas me acercan a ella, para fundirnos en un abrazo vacío ante miles de ojos curiosos fervientes de gozo, testigos de dolores ajenos.
Insensatos quienes se enamoran de la noche para quemar sus corazones heridos. Cruel compañera, amante celosa y vengativa.
Para qué dejar de mirarte si ya no podría ver nada, solamente tus ojos profundos, tus manos cálidas rozando mis mejillas. Impertérrita ante mis lágrimas de dolor.
Hastío de un amor maldito. Lo más puro. Lo más bonito.
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